Cómo tratar al niño desobediente

Cómo tratar al niño desobediente

Las conductas de desobediencia forman parte del proceso evolutivo normal del niño. Son muy frecuentes durante los primeros años de vida, pero con el paso del tiempo tienden a desaparecer. Los expertos señalan que la mitad de los padres de niños de 5 a 6 años se queja de conductas de desobediencia de sus hijos, mientras que este porcentaje es sólo del 20 por ciento en padres de adolescentes de 16 años.

Se entiende por desobediencia la negativa a iniciar o completar una orden realizada por otra persona en un plazo de tiempo determinado, que en general es de 20 segundos. Sin embargo, es difícil establecer cuándo la desobediencia es "normal" y cuándo requiere de una intervención profesional. Si ocurre con mucha frecuencia, se produce en una amplia variedad de situaciones (en casa, en el colegio, con los amigos...) o es grave (el niño grita, insulta o agrede a otros) se aconseja consultar con un terapeuta.

En el recién nacido el llanto es una conducta instintiva y adaptativa, que enseña a la madre a responder a las necesidades de supervivencia de su hijo (alimentación, limpieza, malestar físico...). Cuando el niño crece, aprende a expresar verbalmente sus peticiones. A veces, sin embargo, determinadas conductas de los padres pueden facilitar que el niño siga utilizando el llanto para conseguir lo que quiere. Por ejemplo, el niño recibe una orden ("recoge tus juguetes"); llora, grita y patalea; para no oirlo, los padres retiran la orden. Otras veces, los padres ignoran las peticiones verbales adecuadas de sus hijos (en el supermercado: "papá, cómprame un caramelo"), pero acceden a ellas si chillan, lloran o gritan.

Los niños son capaces de obedecer órdenes sencillas a partir de los 18 meses. A partir de los dos años esta capacidad aumenta de forma importante y se mantiene estable hasta los 30-36 meses. En este periodo es cuando aparecen las conocidas "rabietas". Su frecuencia e intensidad dependerán en parte de variables personales del niño (cognitivas y emocionales), pero será en gran medida la actitud de los padres la que determine si estas conductas de oposición desaparecen o, por el contrario, se mantienen.

En general, para que las conductas de desobediencia desaparezcan son necesarias habilidades claves como disciplina, vigilancia y estimular en los niños la realización de conductas correctas. Se puede premiar al niño que obedece una orden con recompensas "sociales" (elogios, besos, abrazos) y naturales (comida, leerle un cuento, chucherías). A medida que el niño aprende de esta forma a obedecer, se puede ir dejando de premiar todas las cooperaciones y empezar a hacerlo de forma esporádica (una de cada dos o tres peticiones atendidas, luego una de cada cinco o seis, y al final sólo esporádicamente). Si empezara a desobedecer de nuevo, habría que volver a reforzarle con mayor frecuencia.

Hay una serie de reglas muy sencillas que pueden aplicarse a todos los casos. Es muy importante respetarlas, porque se ha comprobado que facilitan notablemente el cumplimiento de las órdenes por parte de los niños. Las instrucciones deben:

  • ser claras, específicas y razonadas.
  • estar expresadas en un lenguaje que el niño entienda.
  • ser cortas.
  • no entrar en contradicción unas con otras.
  • darse en número reducido.
  • darse de una en una y suficientemente espaciadas en el tiempo.
  • no deben ir acompañadas de un contacto físico instigador (amenazante), pues la instigación ha demostrado potenciar el incumplimiento de las órdenes por parte del niño.

 

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