La depresión infanto-juvenil

La depresión infanto-juvenil

La depresión infanto-juvenil surge como concepto científico en los años 70, precedido de un largo debate sobre si este trastorno es el mismo en niños y en adultos. Hoy en día se considera que el trastorno depresivo es esencialmente el mismo, si bien la edad modifica la frecuencia de algunos síntomas y el modo en que éstos se manifiestan.

Los principales síntomas de la depresión son:

  • tristeza.
  • pérdida de interés.
  • sentimientos de inutilidad.
  • falta de sueño o sueño excesivo.
  • ideas de suicidio.
  • pérdida de peso.
  • pérdida de apetito.
  • dificultades de concentración.

En el caso de los niños, la tristeza puede ser reemplazada por la irritabilidad; también son particularmente frecuentes las afecciones somáticas y que el niño se vuelva retraído. El retraso psicomotor, dormir demasiado o las ideas delirantes son más frecuentes en la adolescencia o en la edad adulta.

Al igual que en los adultos, los tipos de depresión infantil son básicamente el trastorno depresivo mayor y el trastorno distímico (depresión leve). Tanto en España como en otros países industrializados se considera que el trastorno depresivo mayor afecta a entre el 1 y el 3 por ciento de los niños, mientras que la distimia fluctúa entre un 4 y un 7 por ciento. Las consecuencias negativas de la depresión infantil no deben infravalorarse: la duración media de un trastorno distímico es de cuatro años, mientras que la de un trastorno de depresión mayor es de 7 a 9 meses, y si bien el 90 por ciento de los episodios de depresión mayor remite antes de dos años, éstos tienden a repetirse.

En general, se considera que los niños vulnerables son más propensos a una depresión tras la aparición de acontecimientos ambientales estresantes. Estos niños se verán especialmente afectados por factores ambientales de tipo familiar como la depresión de los padres, las malas relaciones matrimoniales, entre padres e hijos o entre hermanos; la existencia de normas inadecuadas de crianza; y la ruptura familiar, bien por separación o bien por fallecimiento de algún miembro de la familia. A partir de los 7 años los niños pueden verse afectados por acontecimientos que ocurren fuera de la familia como el fracaso escolar, la interacción con sus amigos o la competencia en juegos o deportes.

Al evaluar a un niño deprimido hay que examinar atentamente el riesgo de suicidio. Las investigaciones estiman que más del 70 por ciento de niños deprimidos de 7 a 17 años tiene ideas de suicidio, aunque sólo unos pocos llegan a realizarlo. Fundamentalmente son aquellos niños que presentan niveles elevados de ira y una cierta edad, ya que el riesgo es menor en los niños más pequeños que en los adolescentes.

El tratamiento de la depresión infanto-juvenil se dirige a mejorar el estado de ánimo del paciente programando una serie de actividades placenteras para él; reducir los niveles de ansiedad, ira e irritabilidad; y enseñarle una serie de habilidades para conseguir que abandone los pensamientos negativos. Hay que destacar que una parte muy importante del tratamiento se realiza con los padres, pues hasta los 12 años los niños dependen mucho del comportamiento de éstos.

 

Imagen via Shutterstock