Introducción
La Diabetes Mellitus es el trastorno endocrino-metabólico más frecuente de la infancia y adolescencia, con importantes secuelas para el desarrollo físico y emocional. Los niños afectados se enfrentan a fuertes exigencias como:
- necesidad diaria de insulina de por vida
- necesidad diaria de efectuar su propio control diabético
- necesidad de prestar una atención constante a la dieta
La educación del niño diabético es fundamental para lograr un control de la enfermedad que le permita mantener unos niveles adecuados de calidad de vida y bienestar psicológico.
Incidencia
En Estados Unidos la prevalencia de diabetes entre los escolares es de 1.9 casos por cada 1.000 niños. Esta incidencia aumenta con la edad. El pico máximo se produce en dos intervalos:
- entre los 5 y los 7 años, debido a la mayor exposición a enfermedades infecciosas, coincidiendo con la escolarización.
- durante el "estirón" de la pubertad, porque la hormona del crecimiento inhibe la acción de la insulina.
Tipos de diabetes
Existen dos formas principales de Diabetes Mellitus:
- Diabetes Mellitus tipo 1: se caracteriza por la dependencia de la insulina exógena. Este tipo de diabetes suele empezar en la infancia, pero puede hacerlo a cualquier edad. Por tanto para referirnos a ella debemos abandonar términos como "diabetes juvenil", "diabetes lábil", etc. Es la más frecuente en la infancia
- Diabetes Mellitus tipo 2: conocida como "diabetes del adulto", no depende de la insulina. Es la forma más común de diabetes en el adulto y se caracteriza por la resistencia a la insulina o por un defecto en su producción. Muchos afectados son personas obesas y no realizan ejercicio. Suele comenzar a partir de los 40 años, pero puede hacerlo a cualquier edad. En los últimos años su incidencia en niños y adolescentes ha aumentado de forma espectacular, en particular entre los niños y adolescentes con sobrepeso.
¿Qué es la Diabetes Mellitus tipo 1?
La Diabetes Mellitus tipo 1 es la forma de diabetes predominante en la infancia. Se caracteriza por el exceso de azúcar en la sangre (hiperglucemia) debido a un déficit en la producción y/o acción de la insulina. Este exceso de azúcar a largo plazo daña los vasos sanguíneos, los nervios y algunos órganos.
Se trata de una enfermedad autoinmunitaria que tiende a heredarse y que se desencadena por factores diversos. La destrucción de las células pancreáticas encargadas de la producción de insulina (islotes pancreáticos) produce un déficit progresivo de insulina, una hormona anabólica fundamental que controla el nivel de azúcar en la sangre.
En condiciones normales, el nivel de insulina aumenta después de comer para permitir la distribución controlada de los principios inmediatos ingeridos en forma de energía (estado anabólico) y baja durante el ayuno para permitir al organismo movilizar la energía que necesita (estado catabólico).
La Diabetes Mellitus, al evolucionar, se convierte en un estado catabólico permanente con poca insulina, lo que aumenta el nivel de azúcar después de haber comido. La hiperglucemia en ayunas es un síntoma que refleja un déficit grave de insulina.
Causas de la Diabetes Mellitus tipo 1
La enfermedad está causada por mecanismos inmunitarios responsables de la destrucción de determinadas células del páncreas en sujetos predispuestos. Los factores desencadenantes pueden ser, entre otros:
- infecciones víricas (parotiditis, rubéola, etc)
- exposición precoz a la leche de vaca, lo que explica la menor incidencia de Diabetes Mellitus en los bebés criados con lactancia materna
- antecedentes de estrés
- exposición a toxinas químicas
Síntomas
La aparición de los primeros síntomas se debe a una brusca disminución de la secreción de insulina. En general, la capacidad del organismo del niño para producir insulina baja durante meses o años antes de la aparición de los primeros síntomas, que suelen manifestarse cuando las reservas se han reducido al 20 por ciento de lo normal, o incluso menos.
Clásicamente la enfermedad en la infancia produce mucha sed (polidipsia) y un exceso de orina (poliuria). También hay hambre excesiva y pérdida de peso a pesar del apetito voraz: polifagia. Por ello, en la literatura española se ha hablado de la enfermedad de las 4 Ps.
La pérdida de peso se explica fácilmente con el siguiente ejemplo: un niño sano de 10 años de edad consume diariamente 2.000 calorías o más, de las que cerca de la mitad procede de los hidratos de carbono. Al aparecer la diabetes, las pérdidas diarias de agua y glucosa alcanzan respectivamente los 5 litros y 250 gramos. Esto representa una pérdida de 1.000 calorías por la orina, es decir, la mitad de las calorías ingeridas.
Otro síntoma que puede aparecer es que los niños que ya habían aprendido a controlar la orina pierden este control (enuresis).
Muchas veces el comienzo de la enfermedad es insidioso con letargo, debilidad y adelgazamiento. El adelgazamiento y la enuresis en un niño obligan al médico a sospechar una Diabetes Mellitus tipo 1.
A veces se observan infecciones en la piel y vaginitis en las adolescentes. En otras ocasiones el primer síntoma es la cetoacidosis, con vómitos, sed aumentada y deshidratación. Esto se produce cuando el organismo cubre las necesidades energéticas por otras vías metabólicas que generan como producto final ácido acético y ácido hidroxibutírico. En los casos más graves el aliento huele a acetona y puede haber dolor o rigidez abdominal, embotamiento cerebral y, finalmente, coma. Generalmente, la cetoacidosis se trata en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Diagnóstico
Cuanto antes se diagnostique la diabetes infantil, más eficaz será el control de la enfermedad. Por ello, los padres que observen en sus hijos uno o varios de los síntomas anteriormente descritos durante más de un mes deben llevarlo enseguida a su pediatra.
Normalmente la diabetes se diagnostica mediante un análisis de sangre que mide los niveles de glucosa. Esta prueba debe realizarse estando en ayunas desde la noche anterior. Se determina el nivel de glucosa basal en ayunas, que según los diferentes laboratorios, será elevado cuando esté por encima de 110-120 mg/dl.
En los casos dudosos, puede ser necesaria la realización de la llamada curva de glucemia: tras una ingesta de 50-100 g de glucosa por vía oral, se determinan los niveles de glucosa en sangre en las 2-3 horas siguientes, para ver cómo asimila el organismo esta sobrecarga de glucosa.
La determinación de la hemoglobina glicosilada (Hb A1c) sirve para ver cómo ha sido el control metabólico de la diabetes en las 6-8 semanas anteriores: es decir, nos da información de si durante las semanas previas el paciente ha estado mal controlado, con niveles de glucosa en sangre elevados. De este modo, la hemoglobina se "recubre" de glucosa (hemoglobina glicosilada) , lo cual puede determinarse en sangre.
Tratamiento
El tratamiento de la diabetes infantil insulino-dependiente consiste en la administración diaria y de por vida de insulina, ya que el organismo del niño produce esta hormona en cantidad insuficiente. La insulina se administra en inyecciones que se aplican varias veces al día.
El segundo pilar del tratamiento lo constituye el control diario del azúcar en sangre. Esta tarea se ha simplificado mucho con las tiras reactivas de glucosa, que permiten comprobar el nivel de azúcar a partir de una gota de sangre capilar, generalmente obtenida del pulpejo de los dedos mediante punción. El niño y los padres deben aprender a usar estos dispositivos y a determinar la glucemia 3-4 veces al día al principio, y con menor frecuencia una vez que la enfermedad se haya estabilizado.
El tratamiento con insulina debe acompañarse de un régimen alimenticio adecuado. Los niños diabéticos no tienen necesidades nutricionales distintas a las de un niño sano para un crecimiento y desarrollo óptimos. Pero dado que su capacidad para producir insulina es mínima, y que la dosis de insulina depende de las calorías que ingiere, la regularidad del patrón alimentario para cada régimen de insulina es fundamental.
En general, son útiles algunos sencillos consejos:
- la alimentación del niño debe componerse de un 55 por ciento de hidratos de carbono, un 30 por ciento de grasas y un 15 por ciento de proteínas.
- las dietas con un alto contenido en fibra mejoran el control del azúcar, ya que su absorción será más lenta.
- hay que reducir las grasas de origen animal y sustituirlas por grasas de origen vegetal. Es preferible la margarina a la mantequilla y las carnes magras, aves y pescados a las carnes grasas como la panceta.
- limitando el número de yemas de huevo consumidas se limita también la ingesta de colesterol.
- los tentempiés dependen de las necesidades individuales. Generalmente se administran tres al día a los niños y dos al día, con la merienda y después de cenar, a los adolescentes.
- los azúcares refinados elevan rápidamente el nivel de glucosa y provocan grandes oscilaciones metabólicas: son alimentos con un alto índice glucémico (elevan el azúcar en sangre más, y más rápidamente). La sacarosa, en cambio, no altera tanto el control glucémico general.
Por último, es igualmente importante que el niño se mantenga en un peso adecuado y que realice ejercicio físico de forma regular. No debe prohibirse ninguna forma de ejercicio, ni siquiera los deportes de competición del tipo que sean, al niño diabético, que no debe sentirse diferente ni discriminado.
A veces se producen reacciones hipoglucémicas durante el ejercicio u horas después, o cetoacedosis. Ambos problemas se corrigen con la ingesta de azúcares de absorción rápida (zumos, algún pastelito...), y más a largo plazo se previenen ajustando la dieta y la insulina.
El shock insulínico
Casi todos los niños diabéticos experimentan una reacción hipoglucémica en algún momento de su enfermedad. Un tercio de los niños enfermos sufre un coma hipoglucémico, uno de cada 10 padece una hipoglucemia grave una vez al año y uno de cada 20 presenta episodios repetidos de hipoglucemia.
La hipoglucemia aparece bruscamente o en un par de minutos, en contraste con la cetoacedosis diabética, que tarda horas o días. Los síntomas de hipoglucemia son palidez, sudores, temblor y taquicardia. También aparece hambre, somnolencia, confusión mental, convulsiones y coma. Estos síntomas indican que existe demasiada insulina en relación a la ingesta y al gasto energético.
Esto suele ocurrir porque tras la mejoría inicial los padres y el niño descuidan el tratamiento, por errores deliberados o accidentales, demasiado ejercicio físico o por comer menos de lo habitual. En estos casos el niño requiere atención médica inmediata en un servicio de urgencias hospitalario.
Pronóstico
La Diabetes Mellitus tipo 1 no es una enfermedad benigna. A largo plazo las complicaciones visuales, renales, neurológicas y de otro tipo eran comunes hace años, aunque este panorama ha mejorado con el uso de dispositivos portátiles de administración de insulina de forma continua: las llamadas bombas de insulina en perfusión continua.
En los últimos 25 años ha aumentado el índice de trasplantes de segmentos de páncreas para curar la enfermedad en adultos, pero este tratamiento no está recomendado para niños.
Aspectos psicológicos de la diabetes infantil
La diabetes del niño afecta a toda la familia. Los padres suelen manifestar sentimientos de ansiedad y culpa. Estos mismos sentimientos son compartidos por muchos niños, junto con rebeldía y rechazo, sobre todo durante la adolescencia: la pregunta habitual en algún momento es: ¿por qué yo? Sin embargo es importante entender que los niños diabéticos no presentan ninguna psicopatología especial, pues estos mismos sentimientos aparecen en familias con otras enfermedades crónicas.
Por este motivo, el niño a menudo incumple el tratamiento y abandona el autocontrol. A veces se administra a propósito demasiada insulina o no se pone las inyecciones y come de forma desordenada. Estos casos pueden constituir peticiones de ayuda psicológica o intentos de escapar de un ambiente intolerable. A veces incluso se trata de tentativas de suicidio. Los ingresos hospitalarios frecuentes por cetoacedosis o hipoglucemia hacen sospechar un conflicto emocional. Por otro lado es frecuente la sobreprotección paterna, que pocas veces beneficia al niño.
Muchos de estos problemas pueden evitarse mediante un asesoramiento afectuoso y continuo, basado en información correcta acerca de la enfermedad, que fomente actitudes de normalidad en el niño y el sentimiento de ser uno más en la familia y en la sociedad.
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