La importancia de comer en familia

La importancia de comer en familia

El ritmo de vida actual ha limitado considerablemente el contacto entre padres e hijos, y uno de los aspectos que más se ha resentido es la comida en familia. Se trata de un problema al que hay que prestar atención, ya que una buena alimentación no sólo satisface las necesidades físicas y biológicas de nuestros hijos, sino que se convierte en un momento privilegiado de la relación familiar.

Instaurar unos correctos hábitos de alimentación es primordial desde los primeros días de vida del recién nacido. Durante la primera infancia debemos asegurar al niño una buena nutrición, procurando introducir los diferentes alimentos a medida que su organismo puede digerirlos, según una pauta científica contrastada: nosotros, en concreto, seguimos las recomendaciones de la ESPHGAN (Sociedad Europea de Gastroenterología y Nutrición Infantil): en este sentido, recomiendo huir de las recomendaciones de familiares y amigos tipo "pues yo al mío le di tal o cual alimento, y no le pasó nada". En los años siguientes, hay que proporcionar al niño en crecimiento una dieta variada y completa que contribuya a su adecuado desarrollo físico y mental.

Pero nuestro papel como padres no se limita a saciar el hambre de nuestros hijos. Numerosos estudios han demostrado que comer en familia entraña múltiples beneficios. Por un lado, permite a los padres estrechar la vigilancia sobre lo que comen sus hijos y fomentar en ellos el consumo de alimentos saludables como verduras, pescado o fruta. Este hecho reviste especial importancia en una época en que la obesidad infantil amenaza con convertirse en una epidemia en todo el mundo desarrollado. Se trata de una tarea esforzada que requiere paciencia y dedicación.

A medida que el niño se hace mayor es necesario contrarrestar la influencia de determinados modelos sociales que incitan al consumo excesivo de golosinas, comida rica en grasas, bebidas carbónicas, pasteles, etc. En ocasiones son los propios adultos quienes fomentan estos modelos basados en comidas rápidas y poco saludables, debido a que sus excesivos horarios de trabajo no les permiten pasar más tiempo con sus hijos.

Por otro lado, y no menos importante, el niño percibe que sus padres le dedican un tiempo específico; compartir opiniones, comentarios y experiencias al menos una vez al día afianza la comunicación familiar, ayuda a reducir la incidencia de trastornos de conducta (en especial de trastornos alimentarios como anorexia, bulimia o vigorexia) e incluso mejora el rendimiento escolar.

Para mejorar los hábitos alimentarios y la comunicación familiar en torno a la comida hay que seguir unas sencillas pautas:

  • apagar el televisor
  • no convertir la hora de la comida en un momento solemne, sino en un encuentro divertido
  • la comida en familia debe ser una prioridad. Es necesario planearla de antemano y fomentar la participación del niño en la preparación de los alimentos
  • la comida puede ser simple, pero debe incluir hidratos de carbono, proteínas y grasas en las cantidades adecuadas
  • el niño (ya a partir de una cierta edad) debe comer lo mismo que el resto de la familia
  • es positivo permitir que el adolescente invite a comer a un amigo

 

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